sábado, 29 de marzo de 2014

Reflejo.


No es raro mirarse en el espejo y sentir que no eres el mismo que ayer, que hace una semana, un mes, dos años. Y es evidente que no, no lo eres. Cambiamos constantemente. A veces tan sólo se pule una de nuestras cualidades para hacerlas relucir y otras no es más que un afilador que saca puntas a las aristas más agudas de tu personalidad.

Y es en este último caso en el que me encuentro ahora mismo. Estoy en una época en la que, si bien es cierto, me lo estoy pasando como nunca, también lo estoy pasando peor que nunca. Siento que no soy el mismo que hace cuatro o cinco años. Cosa que es evidente. Pero la sensación que tengo es como que estoy del revés. Todas mis sensaciones más internas las expongo sin el más mínimo pudor, hago cosas que antes ni se me pasarían por la cabeza, digo cosas que ni siquiera pensaba que sería capaz de decir.

En definitiva, un gran cambio. Alteración. Metamorfosis. Crisis. Llámalo como quieras. Pero siento que se está desdibujando quién soy, quién he sido y temo por quién puedo llegar a ser en un futuro cercano.

Y eso no me gusta.

(Foto: Obra de Yang Maoyuan)