sábado, 21 de septiembre de 2013

Servido en bandeja.

Me dijiste lo que a todas las personas que se acercaban a tu barra, esa gente a la que dedicabas la mejor de tus sonrisas. Ese era al fin y al cabo tu trabajo, dar el mejor servicio posible.

Sin embargo algo había en tu mirada; algo que hizo que me sintiese distinto. 

No eras la mujer más bella que jamás he visto, pero esos ojos verdes me habían mirado de una forma que me hicieron verte como tal. Yo, ese mismo que se sentaba frente a ti tras una barra ahora se sentía más desprotegido que nunca.

Te pedí lo que ofertaba tu local, me lo serviste rápidamente pero, cosas del destino, el grifo de la bebida no funcionaba y tuve que esperar. "Sí, no te preocupes, yo espero"-dije. 

A los pocos minutos se solucionó el problema y me preguntaste si deseaba algo más. Otra vez la sonrisa. Sí que quería algo más, pero no estaba en la carta. Así que pagué. Por suerte para mí no había billetes pequeños en la caja registradora con los que darme el cambio, así que me lo diste en monedas. Esto hizo que pudiese tocar tu mano, y quise agarrarla con fuerza, pero no, no me atreví. No era el momento ni el lugar.

De nuevo se asomó esa simpática mueca en tu rostro.

Terminé mi comida y me levanté de la mesa. "Gracias, hasta luego" nos dijimos. Tú seguiste a lo tuyo y yo a lo mío. "Nunca sabré nada más de ti" pensé.

Me di la vuelta y salí de tu terraza. Cuando estaba a punto de atravesar la puerta me percaté de que la cartera no la tenía en la mano como cuando llegué, me di la vuelta con la esperanza de volver a verte aunque fuesen sólo unos segundos, pero no, la tenía en el bolsillo. Aún así levanté la mirada con la esperanza de encontrarme con la tuya, estúpido movimiento el mío porque lo máximo que alcancé a ver fue tu pelo recogido y cómo el siguiente cliente te devolvía la sonrisa.

Ese era al fin y al cabo tu trabajo, dar el mejor servicio posible con la mejor de tus sonrisas.

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